viernes, 28 de marzo de 2014

LA TENTACIÓN

Los relatos evangélicos que hablan acerca de la tentación que sufrió Jesús en el desierto constituyen un episodio programático que contiene las decisiones fundamentales del Señor y el significado de su venida al mundo. El tentador le hace a Jesús tres propuestas frente a las cuales Él responde con una elección que apunta a una opción de amor que culmina en la ofrenda libre y gratuita de su vida por todos. Su vida fue siempre una existencia para los otros.
La tentación que padece Jesús no se entiende con el significado de “tentación para el pecado”; sino, más bien, un examen. Así, Jesús, podemos decir, pasa un examen que tiene que ver con la aceptación de la misión que ha recibido de Dios Padre. Esta tentación tiene tres momentos. El primero tiene que ver con las exigencias del hambre: “Di que estas piedras se conviertan en pan”. El segundo hace ver al diablo como gestor del poder político: “Te daré todo este poder…si te postras ante mí”. El tercer momento busca quebrar la identidad del Hijo de Dios: “Si Tú eres el Hijo de Dios, lánzate…” Las tres propuestas tentadoras encuentran una clara respuesta de parte de Jesús, que podemos sintetizar en la expresión “no tentarás al señor tu Dios.
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Se trata de situaciones que hacen referencia al “tener”, al “poder” y al “narcisismo”. En cada una de esas situaciones se esconde la confrontación entre un mesianismo político, de oder y de gloria y un mesianismo espiritual de impotencia y humillación. Sin embargo, se orienta hacia algo inesperado para el tentador: la obediencia a la voluntad salvífica del Padre. Esta opción de Jesús llegará a su culmen en la Cruz, donde se dará la victoria frente al tentador. El camino es insólito: el de la Cruz; la meta es insólita también: el triunfo de la Resurrección.
Este episodio del relato de la tentación es, desde el punto de vista de la pedagogía evangélica, una advertencia para todo creyente. La tentación del “tener” consiste en organizar la vida en una dimensión únicamente material. Esta tentación produce miedo a “perder” cuanto se posee y lee la vida en términos materialistas. La tentación del “poder”, cualquiera que sea su manifestación, abre las puertas de la opresión y del menosprecio a la dignidad de la persona humana. La tentación del “narcisismo” es la tentación originaria del ser humano de querer ser como Dios. Esta lleva al egocentrismo: el individuo se preocupa sólo de sí mismo y excluye al otro y a Dios mismo.
Las tres expresiones de la tentación, además de abrir las puertas al pecado, apuntan a una ruptura con Dios. Es lo más grave. Caer en ella es introducirse en el mundo de la oscuridad. La respuesta de Jesús para vencerla es la opción de comunión con el Padre Dios. No es la de los criterios del mundo. Por eso, el mismo Jesús se autopresenta como el siervo de Dios (Yahvéh). El creyente en Jesús debe imitarlo: también ha de tomar la Cruz hasta llegar a la Pascua. Así, la tentación será vencida y el creyente podrá actuar en el nombre del Señor.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal
http://diocesisdesancristobal.org/

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