miércoles, 21 de mayo de 2014

Jesús dijo que él era la vid verdadera. Esta idea era por cierto bien conocida para sus contemporáneos. Las vides crecían allí en abundancia y debían podarse mucho para que la savia de las ramas productivas no fuera absorbida por las improductivas.
Jesús decía que el Padre cuida esta vid con ternura y poda los sarmientos productivos para que den más fruto. Estas ramas permanecen o viven en Jesús y él en ellas, y por eso dan fruto (Juan 15, 5). El vocablo griego meno (“permanecer”) aparece siete veces en el pasaje del Evangelio que leemos hoy, lo cual es indicación de su importancia. Es bueno, pues, entender qué fue lo que Jesús quiso decir al usar esa palabra.
Cristo le había dicho a Nicodemo: “Debes nacer de nuevo” (Juan 3, 7). Cuando hemos sido regenerados, o sea nacidos de nuevo, la vida de Dios nace y permanece en nosotros. De modo que, usando la palabra “permanecer”, Jesús decía que debíamos “tener una íntima comunión con Dios.” Cristo desea que los que permanecen en él den mucho fruto, razón por la cual es de vital importancia arrepentirse sin demora cuando uno cae en pecado. El pecado, obviamente, obstruye nuestra íntima relación con Dios y puede impedirnos el dar fruto.
Por tanto, “permanecer” no es un término insignificante. Dios nos ama y procura lograr por todos los medios que su relación con nosotros, sus hijos, sea firme y estable. Sin embargo, todos sabemos por experiencia propia que a pesar de haber sido regenerados en Cristo, cometemos errores y faltas, de los que debemos arrepentirnos. Pero tenemos que hacerlo en cuanto nos damos cuenta de la caída, sin quedarnos en estado de pecado, el cual impide que nuestra vida sea espiritualmente fructífera.
Para que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros, debemos disponernos a morir a nosotros mismos y vivir para Dios. Adoptemos como nuestras las palabras de san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí. Y esta vida en el cuerpo que vivo, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2, 20).
“Señor Jesús, quiero estar unido a ti como las ramas están unidas a la vid, porque así podré dar frutos para tu Reino. Quiero que seas tú, Señor, el que viva en mí en todo momento.”
Hechos 15, 1-6; Salmo 121, 1-5
Fuente: http://la-palabra.com/meditations/

No hay comentarios:

Publicar un comentario